jueves, 12 de marzo de 2015

¿Quién soy?

Varias semanas atrás, en la materia de Psicología Social, nos pusieron a completar un cuadro sobre características de el tipo de persona que soy, la que me gustaría ser y la que debería ser. Este es un medio para percatarnos de ciertos atributos que tenemos o cuales creemos tener. A mí en particular vinieron a mi mente aquellos rasgos que considero importantes, ya sean cosas que debo cambiar, como de las que estaba orgullosa. Al finalizar el ejercicio de mi mente no salía la pregunta de ¿quién soy? ¿Cómo he llegado a ser lo que verdaderamente soy? Seguro muchos se han hecho esta pregunta en algún momento de la vida. El autoconcepto se refiere a todas las creencias o hipótesis que un individuo tiene sobre sí mismo, es decir, sus atributos personales (Kassin, Fein, Markus, 2010). En otras palabras, las cosas que la persona considera relevante sobre sí mismo. Papalia y Feldman definen el autoconcepto como la imagen que tenemos de nosotros mismos, el cuadro total de nuestros rasgos y capacidades.

El autoconcepto se desarrolla mediante experiencias individuales que, dependiendo cómo estas se reciben y la manera en que se responden. Un niño empieza a reconocerse como individuo diferente a los demás entre los 18 y los 24 meses de edad, cuando este ya tiene patrones de comportamientos que se han concretado como conceptos. Las fuentes que dan origen al autoconcepto, o al menos las que se toman en cuenta hasta el momento son: la introspección, la influencia de otras personas, las percepciones de nuestros comportamientos, los recuerdos autobiográficos y la cultura.

Este aspecto también tiene una dimensión social. Muchas veces el individuo se percata de ciertos rasgos que tiene al momento de darle riendas sueltas a su imaginación, este empieza a imaginar cómo los demás lo perciben (generalmente personas muy estimadas o allegadas). Pero, según investigaciones, no siempre lo que percibimos que los otros piensan de nosotros mismos coincide con lo que en realidad piensan.