miércoles, 8 de abril de 2015

¿Soy introvertido o extrovertido?

Muchos factores influyen en nuestros deseos de afiliación 

Parece importante empezar hablando sobre lo que es nuestra herencia evolutiva. Al parecer nuestra necesidad de pertenencia es una motivación poderosa, fundamental y sumamente dominante. Cuando esta necesidad no es satisfecha debido al rechazo o a la exclusión social, reaccionamos de diversas maneras negativas incluyendo un incremento en el estrés,  ansiedad y pensamiento/conducta derrotista, los cuales a menudo son seguidos por una disminución en la salud física (Buckley et al., 2004). Estudios realizados y basados en imágenes del cerebro indican que el dolor social que experimentamos luego del rechazo es neurológicamente similar a la aflicción afectiva asociada con el dolor físico, y que ambos se originan en la corteza cingulada anterior del cerebro en los lóbulos frontales.

La actividad del cerebro y del sistema nervioso central

Con evidencias biológicas podemos decir que la diferencias individuales en la necesidad de afiliación se debe a la diferencia en la excitabilidad del sistema nervioso central y en la actividad cerebral relacionada con la experiencia de emociones positivas y negativas. De acuerdo a los investigadores Stelmack y Geen (1992) la excitabilidad es el grado habitual en que la estimulación produce activación del sistema nervioso central. Hans Eysenck realizó una investigación sobre la introversión y extroversión en la cual sugirió que los introvertidos han heredado un sistema nervioso que opera con un nivel más alto de activación que los extrovertidos, en otras palabras, concluyó que la corteza cingulada anterior, la cual es el sistema de alarma del cerebro para el peligro y dolor, es más activa en los introvertidos que en los extrovertidos.

Mas allá de la excitabilidad, los extrovertidos parecen experimentar mayor activación de las vías cerebrales de dopamina asociadas con la recompensa y el afecto positivo, como también experimentan mayor activación de las áreas cerebrales que controlan la emoción, como la corteza central y la amígdala (Depue y Collins, 1999; Lucas et al., 2000).Esto quiere decir que la introversión y extroversión están asociadas a distintos patrones de la actividad cerebral.

Toma tu tiempo para ver este vídeo y poder responder a la pregunta hecha en el título:



La conducta prosocial y el altruismo


Según Eugenio Monsalvo (2008), la conducta prosocial es el conjunto de comportamientos que los seres humanos manifestamos voluntariamente a favor de otros, con la espera de que dicho favor se revierta y traiga consigo algún beneficio. En cambio, el altruismo es el comportamiento que aumenta las probabilidades de supervivencia de otro a costa de una reducción de las propias. En pocas palabras, es hacer un sacrificio personal por el beneficio de otros. Las personas desde la infancia tienen la capacidad de llevar a cabo conductas prosociales y altruistas por lo que estas capacidades deben ser incentivadas y desarrolladas por la familia en edades tempranas, la escuela y la sociedad.
A veces vemos personas que necesitan nuestra ayuda, pero preferimos seguir adelante sin mirar o hacer algo por ellas.  Todos en algún momento de nuestras vidas hemos visto a alguien tropezar, personas de la tercera edad con bolsas pesadas, un niño llorar por haberse caído, entre esos y muchos casos más en los que decidimos no hacer nada. Existen otras ocasiones en las que decidimos brindar nuestra ayuda; cuando un joven le abre la puerta del automóvil a su madre que tiene ambas manos ocupadas es un ejemplo de conducta prosocial. ¿Piensas que la conducta prosocial en términos más comunes se podría definir como ″actuar por conveniencia propia″ y no porque realmente me identifique con tu dolor/padecimiento o situación? ¿Por qué?

sábado, 4 de abril de 2015

Inconscientemente Interconectados

Para iniciar se debe dejar claro que la afiliación son esos sentimientos de pertenencia que creamos con distintos individuos a lo largo de nuestra vida por medio de la comunicación con ellos. Todos tenemos esa necesidad de afiliación, la cual es definida por McAdams en 1989 como "un deseo de establecer contacto social con los demás". Estas conexiones que creamos con los demás nos ayudan a fortalecer nuestra autoestima, a desarrollar nuevas habilidades sociales y a mejorar nuestra comunicación y nuestro mundo. No perdemos nada al intentar conocer nuevas personas, ¡al contrario! nos brinda un nuevo mundo el cual explorar.

Dios plantea en el libro de Génesis 2:18 "Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él." Podemos ver que desde el principio de la creación, el ser humano necesitaba estar en contacto social, estuvo en el plan perfecto de Dios que nos relacionáramos los unos con los otros para poblar la Tierra y hacer de esta nuestro hogar hasta hoy en día. ¡Y todo lo que hemos logrado gracias a Su propósito y a la ayuda recibida por parte de nuestras relaciones con otros!

Las relaciones sociales necesitan primero de afiliación. También, según Byrne y Clore en 1970, las personas se sienten atraídas a relaciones que le aporten algún beneficio directo (dinero, atención, apoyo), o indirecto (sentirnos bien cuando la persona es inteligente o agradable a la vista). Otra teoría dada por la psicología evolutiva, plantea que la atracción y la selección de amigos y parejas se basa en que el individuo beneficie a la concepción, el nacimiento y la supervivencia de los descendientes.

Según en el libro de Psicología Social de Kassin, Fein y Markus, nos sentimos más atraídos por rostros que nos parezcan familiares. Plantean que tenemos cierta tendencia a formar relaciones con personas que nos quedan cerca, tanto física como emocionalmente. Las relaciones que se mantienen a la distancia por teléfono o internet no suelen tener la misma calidad que una relación próxima. Otro detalle que proponen es el efecto de la simple exposición, donde sin darnos cuenta la afinidad empieza a darse por el simple hecho de ver a esa persona muchas veces en ámbitos cotidianos. Por ejemplo, el vecino de tu apartamento al cual saludas todos los días pero nunca se han detenido a hablar.

Para concluir, las relaciones que hemos creado hasta ahora (mejores amigos, primo/a favorito/a, pareja), no son lo que son para nosotros por un simple hecho de haberlos elegido. Todos nosotros nos hemos acercado a nuestros seres queridos porque nos han atraído con ciertos rasgos que nos parecen familiares, puede ser por la cultura, beneficios directos o indirectos, la familiaridad, la aproximidad, entre otros factores.


miércoles, 1 de abril de 2015

El amor es más fácil alcanzarlo que sostenerlo.




Generalmente, a todo ser humano le gusta ser parte de una historia de amor o simplemente que alguien  le cuente una. Pensar en el amor como una historia ayuda a ver la manera en que la gente selecciona los elementos esenciales en su trama. La forma en que una historia de amor se desarrolla, refleja directamente la personalidad de ambos y su concepción del amor.  De acuerdo con Robert J. Sternberg (1995) y su teoría triangular del amor, los patrones del amor dependen del equilibrio de tres elementos: intimidad, pasión y compromiso. La intimidad está estrechamente relacionada a la autorrevelación y confianza, la pasión, es el elemento motivacional basado en impulsos internos que traducen la estimulación fisiológica en deseo sexual. Por último, el compromiso es un elemento cognoscitivo en el que una persona toma la decisión de amar y quedarse con el ser amado. 
El sociólogo canadiense John Allan Lee, de la universidad de Toronto, ha propuesto, en su obra "Colours of Love", una clasificación del amor en seis tipos, los cuales, suelen aparecer combinados. Las tres primeras formas constituyen los tipos fundamentales, y como los colores, pueden mezclarse.

1. El amor erótico
Síntoma más típico: la poderosa e inmediata atracción física (Flechazo). Con actividad sexual intensa, rápida, y variada. El amante busca el ideal de belleza física, le interesa todo lo del otro y cada vez exige mayor intensidad psicológica. 
2. Lúdico
Derivado de una palabra latina que significa juego, sin el compromiso y la pasión que supone el amor erótico. Suelen amar a varias personas a la vez y utilizan varias técnicas para mantener con cada una de ellas una relación no comprometedora. Suele ser un amor rara vez posesivo y celoso, siempre dispuesto a divertirse y a amar.
3. El amor de amistad
Amor sin fiebre ni locura, pacífico y sosegado, donde las relaciones sexuales desempeñan un papel secundario, brillando por su ausencia los sentimientos intensos. Nace sin apenas uno darse cuenta, del trato frecuente. Es el más estable, no se da precisamente el éxtasis, pero tampoco la desesperación.
4. El amor maniático (combinación de erótico/lúdico)
Agitación, pérdida de sueño/apetito y fiebre, son sus características. Obsesionado por su amor no puede dejar de pensar. Sediento de afecto, la más pequeña falta de atención o al mínimo signo de frialdad, le provocan excesiva ansiedad y dolor. Celoso y puede pasar del éxtasis a la desesperación. En su mayoría convencidos de no valer nada si no son amados.
5. El amor pragmático (combinación de amistad/lúdico)
Forma racional de enfocar el amor. Se busca la compatibilidad de humor y carácter, similitud de intereses, educación y la coincidencia de principios morales. Aunque pueda parecer, no es un amor tan frío. 
6. El amor altruista (combinación de erótico/amistad)
Un amor universal y centrado en el otro, amor paciente, nunca celoso, que no exige reciprocidad. Sentimientos tan intensos como los del amor erótico, pero acompañados de la tranquilidad y estabilidad.

En conclusión, existen muchos componentes en el amor y cuantos más hayan mejor, tendiendo a consolidar la relación con pasión, intimidad y compromiso. A partir de ahí, los habrá de tantos tipos de amor como personas somos; lo personalizamos a nuestra manera. Lo más importante, en todo caso, es tener amor, sea del tipo que sea, pues como dice Sternberg: «Sin expresión, hasta el amor más grande puede morir».





Formación de impresiones


¿Cuál es tu primera impresión al ver a esta mujer? Alegre, espontánea, buena madre, juvenil, ama de casa, sensible y amorosa, ¿verdad? 
Esta mujer es Casey Anthony, una mujer acusada de asesinar a su hija de dos años, Caylee Anthony. Luego de abandonar a su hija muerta en un lago se fue de fiesta sin remordimiento alguno (Noticias BBC Mundo). ¿Jamás hubieran pensado esto de ella, cierto? Es porque formaron una primera impresión, este es un proceso de integración de datos acerca de una persona con el objetivo de formar una impresión coherente respecto de la misma.

Nuestras impresiones son moldeadas por el comportamiento no verbal, enviamos y recibimos información usando gestos, expresiones, señales, vocales y movimientos corporales en lugar de palabras. Emitimos y recibimos emociones de ira, disgusto, miedo, felicidad, desprecio, sorpresa y tristeza a través de este comportamiento, los cuales son rasgos centrales muy fáciles de percibir y que tienen un gran peso a la hora de formar nuestra idea sobre la persona.


Hace un tiempo un amigo le preguntó a varias personas cuál había sido su primera impresión sobre mí, estas respondieron impecable y egocéntrica. Al preguntarle el por qué de sus respuestas dijeron que era lo que mi comportamiento no verbal reflejaba. Mi amigo que me conoce, sabe que no soy del todo así. ¿Cómo podría revocar estas primeras impresiones erróneas? A través del efecto de recencia, 
El efecto de recencia se refiere a la información recordada al final de un discurso. De acuerdo con los psicólogos Atkinson y Shiffrin (1968), la recencia significa "el resultado de lo que fue referido a la memoria primaria en forma de reserva de la memoria a corto plazo", según una investigación publicada por la Universidad Middle Tennessee. 
Por ejemplo, el efecto de recencia incentiva a esas personas a una segunda impresión en un ambiente de interacción dejando atrás lo que hayan percibido de mí para adquirir una nueva impresión.

Frecuentemente formamos impresiones incorrectas, así como podemos formular impresiones correctas. Es de gran importancia no encerrarnos en ellas antes de interactuar con las personas, ya que es posible obtener una mala impresión de una persona alegre y bondadosa al encontrarla en una situación de estrés.